La paciencia - Marcelo Birmajer
Según los hombres, la virtud del elefante es ser paciente.Estaban un día juntos el elefante y la jirafa, recostados en la tierra, rodeado de árboles frutales, a pocos pasos de un río, tomando el sol. Los intensos rayos de Febo y el espeso calor hicieron decir a la jirafa:
-Estoy muerta de sed. Acompáñame al río.
-Qué impaciente has resultado -respondió el elefante-. Espera que el río venga a nosotros. Pero como no había bifurcación alguna que les trajera el río, la jirafa se acercó sola hasta el cauce y bebió.
Por la tarde, el cielo se encapotó y llovió torrencialmente. El río se desbordó y el agua le llegó al elefante. Unas horas después, la jirafa dijo:
-Ya hemos saciado la sed. Ahora tengo hambre, y creo que tú también. Incorporémonos y comamos los frutos de los árboles.
-No te sabía tan impaciente -dijo el elefante-. Deja que los frutos vengan a nosotros. Pero como ningún viento azotaba a los árboles, la jirafa se incorporó, estiró un poco el cuello y comió.
Unos minutos después, un ananá maduro y henchido se desprendió de la rama, atravesó un peral en la caída, soltando algunos frutos, y explotó en el piso. Todo aterrizó a la trompa del elefante.
Esa noche, cuando después de hacer la digestión se disponían a dormir, apareció la Muerte. Fosforescentes la calavera y la guadaña brillaban en la oscuridad. El elefante se alzó en sus pesadas patas y salió corriendo con ligreza impropia de un ser tan gigantesco. La jirafa, creyen do haber aprendido y estar superando a su maestro, se quedó sentada, sin mover ni un músculo mientras la muerte se le acercaba. -¡Pobre jirafa!-exclamó el elefante internándose en la selva-. ¡Tan impaciente por todo, incluso por morir.
De fábulas salvajes.